Como empezamos
La llamada a la producción de una película en términos cinematográficos partió del colectivo +τεχνία- (syntechnía, colectivo de anarquistas/antiautoritarixs contra la mercancía y el espectáculo), e iba dirigida principalmente a personas activas en el ámbito anarquista/antiautoritario, a compañerxs y amigxs con el criterio de su interés por las características creativas y políticas del proyecto, y no necesariamente de sus conocimientos sobre el cine.
A la llamada respondieron unas 30 personas y tras discutir y consensuar en los primeros encuentros las características del proyecto, se creó el grupo de producción Lyssa Crew. La producción de la película no era ya asunto exclusivo de syntechnía,de quien partió la convocatoria, sino de cuantxs respondieron a la llamada y se implicaron en el grupo de producción. Lyssa Crew asumía por entero la producción de la película y decidía de manera autónoma sobre todas las cuestiones de procedimiento y producción en las asambleas del grupo, cuando se celebraban.
Una cuestión a la que nos enfrentamos muy pronto fue la participación en el proyecto de compañerxs y amigxs que tenían relación profesional con las artes del espectáculo, ya fuera como técnicxs o como actores/actrices. La opinión de syntechnía era y sigue siendo negativa en cuanto al papel y la posición de lxs profesionales de este tipo en el mundo del espectáculo, y la cuestión fue debatida a fondo en las asambleas iniciales, donde se contrapusieron diversas opiniones, hasta llegar a un consenso. Un papel fundamental en la cuestión tuvo la experiencia de lucha que tuvimos bastantes de nosotrxs (y no solo de syntechnía) durante la revuelta de diciembre de 2008. En aquellos acontecimientos nos encontramos en la calle y en okupas con parte del “mundo artístico”, que ponía en entredicho, y anulaba públicamente, la identidad de “artista” privilegiada por el sistema.
Colaboramos y cooperamos, con la única “identidad” que afectaba a todo el mundo que participó aquellos días en los acontecimientos, la de rebelde. De este modo, decidimos que bajo la condición de una relación real y vivencial -tanto a nivel político como creativo-, podrían tener cabida en el proyecto “profesionales” que escogieran “no caber” dentro de su profesión, que no la divinizan -sino que buscan desmitificarla-, que mantienen las distancias con respecto al life style y la fama obscena. Personas que no venden con gusto su imagen, sino que se consideran a sí mismas más un/a trabajador/a que un personaje público, que cuestionan, activas en el ámbito social y que no se ocultan tras una autocomplaciente sensibilidad “artística”. Con esta perspectiva decidimos, poniendo en cuarentena las identidades inciertas -para sus propixs portadorxs-, probar y ponernos a prueba en el fértil terreno de las relaciones de compañerismo igualitario y del fin social colectivo. Es importante también destacar que cuantxs respondieron a la llamada y constituyeron Lyssa Crew, participaron de acuerdo con las características, la idea y el objetivo del proyecto, con independencia de que adoptaran en su totalidad las opiniones de syntechnía. Dentro del grupo de producción, las personas mantuvieron sus desacuerdos y diversos posicionamientos en cuestiones de análisis y perspectivas. Ese es precisamente nuestro beneficio, con la idea de que todo este proceso no requería ninguna homegeneización ni «pureza». Lo que nos interesaba era la ósmosis y coexistencia de diferentes opiniones, sin que las características del proyecto se desvirtuaran sobre una base común y con fin colectivo.
Nuestras características
Hemos escogido autoorganizarnos, ya que la autogestión se encuentra en las antípodas del modo de producción y organización jerárquico y verticalmente articulado que caracteriza a la cultura burguesa. Se trata de una pugna estructural, y por tanto esencial, entre una cultura que engendra discriminaciones y relaciones de explotación, por un lado, y una cultura que promueve relaciones de igualdad y solidaridad, por otro.
Desde el principio dimos especial importancia a carácter autoformativo de todo el proceso, procurando que el conocimiento fluyera de manera igualitaria entre nosotrxs. Hemos procurado construir un taller de autoformación y no una producción basada en especialistas del sector, en autoridades, en «papeles privilegiados». Hemos elegido, pues, conscientemente no establecer nuestro taller en términos de eficacia, lo cual simplemente estaría al servicio de la visión de un «creador ilustrado».
Dado que muy pocxs de nosotrxs tenían experiencia previa en la producción cinematográfica, se han formado grupos de apoyo mutuo en cada ámbito de la producción (dirección, fotografía, escenografía, vestuario), cuya participación iba aumentando en función de la acumulación de tareas, a medida que nos acercábamos al rodaje.
En la propuesta de la película se incluía una propuesta de guión original, escrito por nosotrxs y expuesto a su elaboración colectiva. En las asambleas siguientes se adoptó inicialmente la propuesta del guión -que fue discutido y elaborado colectivamente- y en los meses siguientes se discutieron cuestiones y se tomaron decisiones que trataban desde la entidad política y teórica del proyecto hasta el lugar del rodaje y la estética de la película en su conjunto.
En todas las fases de la producción, el proyecto, aunque afrontó directamente el límite de su conexión con necesidades económicas reales, ha conseguido mantener íntegro su carácter anticomercial.
Más allá de la obviedad de que en ningún momento de la producción ha habido retribución económica, tanto entre nosotrxs como a tercerxs, por ninguna ayuda o apoyo creativo, hemos establecido una caja común para todos los gastos de producción, con la aportación económica libre por parte de los miembros. Las necesidades de la producción se han cubierto mediante el apoyo mutuo, el compañerismo y la oferta desinteresada de materiales y ayuda, no solo por parte del grupo de producción sino también por un círculo de decenas de amigxs y compañerxs. Naturalmente, hemos empleado dinero, a merced del capitalismo, que hemos adquirido vendiendo nuestra fuerza de trabajo, para ponerlo a disposición de una caja común y para un fin común. Pero de este modo creemos poder bloquear el dominio de las transacciones dinerarias desterrándolas del proceso creativo, y sin permitir que determinen nuestras relaciones.
Sabemos que una caja común no hace desaparecer en su conjunto el concepto del dinero (nadie nos ha regalado la gasolina para los desplazamientos durante el rodaje). Vivimos dentro del capitalismo, dirán algunxs, y es inevitable el uso del dinero, pero eso para nosostrxs no significa que tengamos que reproducir el capitalismo en nuestras relaciones y en nuestra manera de crear. La caja común, con la contribución libre para los gastos de producción, nos da la posibilidad de que no haya ningún tipo de precio, compensación económica o coste en la oferta, la distribución y la proyección de la película, ya que no hay ningún financiero que espere «recuperar su dinero», ni mucho menos obtener beneficios. Como consecuencia de tales características, el ámbito natural para la oferta y proyección de la película -más allá de la red pública de internet, donde se proyectará gratuitamente a través de un servidor del movimiento- son los lugares que contienen y promueven sus características de autogestión y anticomerciales. Locales, okupas, asambleas abiertas, sindicatos de base, centros sociales, es decir, espacios que producen y transmiten ideas y movimientos subversivos, y no islitas comerciales alternativas de life style revolucionario para el consumo.
Sobre Sasa Kritsi
Ante la pérdida de una de nosotrxs
En el invierno de 2010-11, tras las primeras asambleas para la producción de la película, y una vez repartidos “papeles, competencias y especialidades” nos encontramos frente a una gran deficiencia. Uno de los personajes principales de la película no podía ser cubierto por quienes nos habíamos reunido. No se debía tanto a la experiencia interpretativa que requerían las exigencias del papel, sino más bien la edad del personaje, lo que nos dificultaba cubrirlo. En esta tesitura, decidimos poner en marcha nuestras relaciones para buscar personas que reunieran las características y la experiencia que necesitábamos y que pudieran estar ineteresadxs en nuestro proyecto. A muchxs nos vino en mente en primer lugar Sasa, amiga, figura conocida en los asuntos del movimiento antiautoritario, una mujer con carácter, valores y preocupación por lo común, una actriz de larga trayectoria en el teatro y el cine. De aquellas que muchxs conocían por su arte, pero sobre todo por el apoyo y la solidaridad que generosamente prestaba a quien la necesitara. Dejamos, pues, de lado su «condición de artista» y llamamos a su puerta, nos acogió con alegría y, cuando le describimos el guión y le explicamos las características e intenciones de nuestro proyecto, le preguntamos si querría ayudarnos y participar en una “película de anarquistas”. Su respuesta fue espontánea, “Será un honor para mí”. Comenzamos los ensayos durante todo un año, pero hacia la mitad del camino Sasa enfermó gravemente y emprendió una lucha por la supervivencia. Ello no le impidió continuar con los ensayos -en pleno tratamiento- y negarse enérgicamente a que se detuvieran los preparativos. Pero su salud empeoraba gradualmente y nos vimos forzados a abandonar los ensayos. Tres meses más tarde, en el otoño del ’11, nos despedimos de ella desconsoladxs, y detuvimos todo el proceso durante seis meses, incapaces de gestionar esta pérdida. Empezamos a formular en voz alta los pensamientos de abandonar la película, pero en la primera asamblea decidimos continuar con ella, como corresponde a todo intento colectivo. Se rodó la película sin Sasa y en ningún momento nos hemos acostumbrado a su ausencia, ni siquiera hoy, llegado el momento de su proyección. Por esta razón la película está dedicada a ella, a Sasa Kritsi, nuestra Sasa.
LYSSA CREW